Retratos robados en Berlín



La copla erraba

Deja pasar la luz de la mañana
ante mí, silenciosa, y sólo mírame
en esta oscuridad que he derramado.
Traigo conmigo el gesto de la noche
en mi rostro. No leas lo que escriben
mis manos. No me pienses; no me sientas.
Permite que las sombras desdibujen
mi cara envenenada por la música
que la brisa salobre, entre sus brazos,
suave acunaba. El viento asolanado
ha agrietado los labios que te lloran
en palabras azules obligando
que una gota de sangre gris resbale
y caiga en el papel en donde escribo.
No leas lo que allí encontré y que aquí
te cuento tan cansado y sin sentido.
Lee en mis ojos trémulos la luz
antigua que la noche que ahora soy
trajo encendida iluminando voces
sin retener mis lágrimas, que irán
al mar, que es el vivir (la copla erraba).

Carlos de Tejada


Te explico


Si es fácil de entender.

Hubo un tiempo que anduve
bebiendo de las aguas
de un mar envenenado.
Pero el mar se secó
-lo secaron tus manos-.

Y hoy, un miedo tremendo
me abruma y me desuela.
Hoy te canto mi llanto
contando los silencios
de estos versos que soy.
De allí los traigo, ardientes
por el sol de mi invierno
que, lento, se me apaga.

Me quedé sin mi mar;
sin sol me estoy quedando,
sin aliento, sin fuerzas
para apartar la niebla
que oculta lo que lees,
que no es más que el vestido
con el que abrigo voces
que ya no tengo y tuve.

Desnuda las palabras
que te estoy dando y mírate,
desnuda, ante el espejo
que soy y que tú estás siendo,
que allí estaré observándote,
como siempre, tan ciego,
tan azulmente ciego.

Carlos de Tejada

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